viernes, 2 de mayo de 2008

YO, LA PEOR DE TODAS

Hoy leí una noticia en el diario que me dejó con la boca abierta. Se titula: “Mató a su mujer y le rebajan la pena porque ella le era infiel”… ¿Perdón? Ahora resulta que la Cámara de Casación cambia la pena, de cadena perpetua a 15 años, porque ella era una zorra… a pesar de que en realidad el animal fue él, que la asesinó en el año 2000 a las cuchilladas y a los mazazos. Porque ELLA, la muy perra, le pasó por la cara sus relaciones con otros hombres. ¡¡¡La muy putona!!! Pero leo en la nota que un atenuante parece haber sido que la chica, un año antes de ser asesinada, le había hecho saber -de modo explícito- (qué mala eh!) que quería divorciarse porque tenía otras relaciones. ¿Esto atenúa la pena? Sí, ¡claro! Porque ella PECÓ, aunque sólo tuvieran que seguir conviviendo sólo por la insistencia de este tipo a “seguir teniendo una familia”. No importa que no estuvieran manteniendo relaciones durante 3 años, no importa que la relación matrimonial hubiera estado destruida desde antes. Ella PECÓ... Ahora sólo falta que le den bola a la defensa completamente, que pretende que este bestia dure en la cárcel sólo 8 años. Yo no sé nada de leyes pero hasta parece gracioso que hubiera influido en la reducción de la pena el tipo de personalidad de él, con “rasgos obsesivos, rigidez, irritabilidad y obstinación, con rasgos psicopáticos tales como la baja tolerancia a la frustración". Sí, sí… Si algo está claro es que el chabón no tiene mucho margen para el sufrimiento. Eso es verdad… Pero bueno, pobre muchacho, che, porque parece que las actitudes de semejante arpía “repercutieron su particular estructura psicológica como circunstancias extraordinarias de atenuación". Fue ella, ¡maldita perra!, la culpable de que él la tuviera que matar. Él sólo tiene una personalidad difícil… Porque fue ELLA la que no ayudó EN NADA a mejorar este matrimonio, viejo, porque, según el magistrado, "las largas desavenencias con su cónyuge hicieron resentir seriamente en él los sentimientos de respeto, afecto y consideración que naturalmente vinculan a los esposos". Dale, hay que perdonarlo un poco, che. Ella no cumplió con la promesa de “juntos hasta que la muerte nos separe” (Ahora que lo pienso, él tampoco…) Pero según el camarista el pobre, por su personalidad, "no podía aceptar la ruptura porque el divorcio implicaría un real fracaso y desintegración de su propio ser". ¡Qué turra! Tiró abajo todos, pero todos los sueños del señor. No, no… Desconsiderada como pocas. Mujer tenías que ser.

Ave Larga

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