miércoles, 16 de abril de 2008

MATAME DE AMOR PERO CON CULTURA

¿Quién no escuchó alguna vez la expresión “Morir de amor”? Como sabemos, la agonía amorosa es el tema preferido de boleros, tangos, óperas y, por supuesto, culebrones varios. Pero lo que no muchos saben es que el origen de asociar tan amoroso sentimiento con el final de la existencia viene de mucho tiempo atrás, como lo prueban las lenguas más antiguas. A ver. Saquen una hoja…
La raíz WEN viene del indoeuropeo, que es la lengua madre del sánscrito, del griego y del latín, y WEN significa DESEAR INTENSAMENTE, QUERER, AMAR… Ahora, de WEN proviene la palabra VENUS, que es el nombre de la diosa del amor, y de VENUS procede VENÉREO, que, por si no lo sabían, antes se refería sólo al amor físico, pero –y esto sí lo sabemos todos- hoy se aplica exclusivamente a ciertas enfermedades sexuales. Y por si esto fuera poco, de VENUS también se deriva VENERADO, que es aquella persona idolatrada, admirada...
Pero un buen día llegaron los filtros de amor y los sufrimientos atroces, propios del amor no correspondido, que hicieron entonces que de la palabra WEN se derivara el terrible término VENENO. Y llegamos entonces a cerrar el círculo, para ahora sí enterarnos de cómo se aliaron las palpitaciones del corazón con la interrupción definitiva de los latidos. Alcoyana alcoyana, señores, porque fue así cómo amar y morir quedaron unidos para siempre, sobre todo si sos un romántico o un adolescente, o sea, el candidato ideal para degustar las expresiones más tremendas. Eso sí: cuando perder la vida por tanto afecto no va más allá de una manera de hablar, entonces la frase “Morir de amor” también puede fácilmente reemplazarse por la prosaica: “Hay amores que matan”.

Fuente: Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman

Ave Larga

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente, te aplaudo de pie!!
Salu2 desde la "otra vereda".

Anónimo dijo...

Buenísimo Ave! mirá vos!

Besooo

Pablo