viernes, 18 de abril de 2008

AHUMADOS

La cosa cada vez se pone “pior”, dijo mi abuela. Y yo digo: “¿Dónde estás, abuela, que no te veo...? Escucho tu voz pero no te veo”. El humo nos tapó finalmente. Logró invadir cada milímetro de nuestras vidas. Nos manipula. Nos molesta. Y lo peor, nadie sabe cuándo va a parar. A la noche es cuando todo empeora. Acostados, en silencio, es imposible conciliar el sueño. Es como dormirse con alguien fumando al lado. La nariz pica, los ojos arden y las ganas de toser no cesan. Y uno tiene que dormirse porque si no, al otro día, ir a trabajar se hará más difícil. Esa es la realidad porteña. Esta mañana era imposible ver a una cuadra de distancia. Viajar hacia otros lugares sigue siendo imposible. Y no hablo de irse a Brasil, o a Guatemala. Ir a La Plata es imposible. Autopistas cerradas, rutas cortadas, alerta vial, alerta amarilla en los hospitales, gente que cree que el barbijo va a solucionar el problema. Barbijos agotados, sí, agotados, en las farmacias… Esos que hasta hace una semana salían treinta centavos y que hoy llegan a los dos pesos. Ahora resulta que el único que puede apagar el fuego es Dios, Buda, Alá, o como se llame. Ahora dependemos de “La Naturaleza” por algo que, como siempre, hizo mal el hombre.

Teté Netti

1 comentario:

Opinologa autorizada dijo...

Agradezcamos que hoy se puede respirar, mañana no se sabe...