GRACIAS SANTA CLARA

Es casi mágico sentir cómo, en menos de un día, y con sólo recorrer algunos pocos kilómetros, toda contractura desaparece instantáneamente. Un simple viaje de fin de semana largo a una playita tranquila, y ya está. Se van dolores, durezas, y hasta angustias varias (si las hubiere). Ya lo descubrí: no hay mejor remedio –sobre todo para las durezas en la espalda- que instalarse con dos buenos amigos en un lugar pacífico y aislado de todo. Nada de masajes ni antiinflamatorios. Sólo pavear de lo lindo, caminar por la orilla, jugar a los dados, charlar de la inmortalidad del mosquito y degustar comidas caseras. Y sin embargo, o como si esta vida fuera a veces un simple intercambio de lugares, a mi vuelta, he cambiado tanta relajación por un no tan agradable cóctel de gripe, fiebre, dolor de garganta y resfrío. Todo no se puede, dicen… Pero igual valió la pena haber pasado casi cinco excelentes jornadas entre amigos en Santa Clara del Mar, una playa a veinte minutos de Mar del Plata, pero con una paz que “la feliz” desconoce, y con el agregado de que, si se quiere ruido, música fuerte y gente por doquier, sólo basta caminar unos pasos, tomarse el colectivo 221 y, en menos de media hora, ser ya parte del gran centro turístico de nuestra costa argentina, para –entonces sí- pasar una tarde, una noche o unas pocas horas mirando los lobos marinos, yendo al cine, cenando, moviendo el esqueleto en alguna disco o cualquiera de las infinitas opciones que ofrece nuestra querida e inhabitable en Semana Santa Mardel. Sin más, y a la espera de una pronta recuperación, los saluda atentamente,

Ave Larga